Una vez me preguntaron: ¿Por qué vos no se ha aguayabado (enamorado, casado)? Y respondí: Porque yo no sé hacer bien dos cosas a la vez. Sí, mi gran amor ha sido y será mi profesión a la que he dedicado más de treinta años, con horarios laborales de veinte horas diarias y a veces con la muerte pisándome los talones, pero con la satisfacción que supone el haber hecho bien las cosas y dejar el listón muy alto (aunque fuera por un trono… jamás traicionar a la verdad).
Quizás por eso no puedo entender que en ciertos departamentos del área sanitaria del Hospital Universitario de Salamanca, sean capaces de hacer oídos sordos a las inmisericordes listas de espera (como es el caso concreto de Urología y Traumatología) que, por un supuesto “complejo de dios del cosmos”, algunos facultativos se empeñan en estar de cuerpo presente en muchos puestos de trabajo a la par, como sucede en las referenciadas especialidades, donde pacientes con tumores tienen que esperar once meses (palabras textuales de una señora doctora de Urología) para ser operados o en el caso sangrante de un profesor, que después de ingresar en el Hospital de Salamanca, por urgencias, con más de cuarenta grados de fiebre con una infección de orina que le impedía evacuar de manera natural, fue dado de alta con una sonda puesta a la espera de ser llamado para la intervención del lóbulo medio prostático, incrustado en la vejiga, que le dificultaba miccionar.
Más de un año de espera, de reclamaciones sin respuesta, de ideas y venidas a Urgencias, de grandes ingestas de antibióticos, de obligada baja laboral y sin poder moverse del sofá de casa. Un deportista nato que perdió toda la masa muscular y la capacidad de soñar en lo que pudo haber sido y no fue.
Mientras, determinadas personas del referenciado centro hospitalario, especialidad de Urología, dan clase en la Universidad, pasan consulta, operan (de cuando en vez), dirigen tesis doctorales, viajan a Bejar para formar a médicos, asisten a congresos, comen, cenan, desayunan, etc. Con semejante actividad, es imposible que la arcaica lista de espera de los pacientes salmantinos se mueva y que las cosas salgan bien en el quirófano.
Ahorita entiendo el destile de adrenalina a destiempo que suele haber en los pasillos hospitalarios (visto con los propios ojos) de este departamento de Urología. La gerencia hace mutis por el foro a las continuas y amalgamadas reclamaciones epistolares, por parte de los pacientes de la clase proletaria, trabajadores que cotizamos a la Seguridad Social, que sufren la enfermedad física y el mal de la indiferencia. Los que gozan de un estatus más elevado…suelen tener las cosas más fáciles (¿igualdad de oportunidades?).
A esta especialidad de Urología, se suma la de Traumatología (ambas “muy famosas” por estos lares hospitalarios salmantinos y ciudades adyacentes) que, desde que el paciente solicita consulta hasta que ésta se ejecuta, puede pasar año y medio y otros dieciocho (18) meses hasta que los sufrientes entran en quirófano, como es el caso de una fémina que ha pasado tres años sufriendo grandes dolores en uno de los dos pies con malformación de todos los dedos y metatarsianos, sin poder caminar (siendo diabética por carecer de páncreas) y que todas las reclamaciones epistolares presentadas en la directiva del centro asistencial, por duplicado, tuvieron el mismo efecto que una prédica en la Isla de Perejil. En estos momentos, sigue esperando el milagro, no de la segunda resurrección, sino el de la reparación del otro pie que está en las mismas condiciones y con las rodillas destrozadas de tantos años de mal pisar.
El protagonista del primer caso expuesto sobre el calvario en la especialidad de Urología del Hospital Universitario de Salamanca, es un miembro de mi familia (profesor en activo y obligado a permanecer en baja laboral año y pico largo) y que visto lo visto, ha tenido que optar por “cambiar de ruedo”, por agarrar el vaporetto y comenzar a navegar… rumbo a lo desconocido, por otras aguas más seguras, menos contaminadas y menos movedizas, donde en pocos días han podido solucionar el gran problema que acá, en Salamanca, ni siquiera lo intentaron. Es más, la misma uróloga que le trataba le había dado dos años más de espera. Vergonzoso señora doctora.
En el segundo de los casos expuestos, la paciente sufriente de traumatología, soy yo, una guerrillera sobreviviente de sorpresivo cáncer de páncreas y que hoy día, cuando me levanto cada mañana, de un año tras otro, lo primero que hago es dar las gracias a los que hicieron posible que no pasara a la otra orilla: La humanidad y gran profesionalidad del joven cirujano que me operó (dos veces en cuatro días) a vida o muerte. Al oncólogo que llevó a cabo mi tratamiento y que me ayudó a permanecer firme en la lucha. Salamanca tiene a médicos y sanitarios extraordinarios. El problema está en la gestión, de aquellos que se identifican con Colón pero que pocas veces logran poner un huevo de pie.
Que Traumatología y Urología del Hospital Universitario hace años que están en coma… es una evidencia y que este centro asistencial tiene las listas de espera más kilométricas de toda Castilla y León es una triste y cruda realidad.
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